17 ene 2010

Otro discurso que vende tranquilidad en televisión.

“Uno no se puede meter en la preocupación de los demás” y “cada uno opina lo que quiere y siente como quiera”. “Yo no te puedo decir como tenés que sentir”.

(Hablando de Fútbol Canal26 11.05am 17 enero 2010.)

Claro, suena todo muy democrático, lástima que las preocupaciones institucionales ya se nos hayan sido metidas y acomodadas por prioridades como si fuésemos una canasta llena de proyectos ajenos; de las frustraciones paternas, de los amigos, de la mismísima sociedad que nos dice “preocupémonos porque boca llegue a la final del campeonato porque debemos ser hinchas ejemplares que alienten a nuestro equipo”, o “la inseguridad debe ser combatida por cada ciudadano, y cada ciudadano debe ayudar en consecuencia a la policía”, o “debes estudiar o trabajar o ambas, pero una de todas ellas necesariamente, de lo contrario por vago vamos a hecharte de casa” aunque “siempre debés estudiar, si no estudiás vas a desprestigiar a tus padres con tu miseria económica”.

Es muy democrático que nadie se meta en tus preocupaciones y que puedas opinar lo que quieras sobre todo, y que sientas libremente, pero nadie aclara que nuestras preocupaciones ya están estandarizadas, normalizadas, y un giro determinista social hace que la individualidad que se pregona desde el discurso sea solamente una abstracción ilusoria: pensamos como nos dejan pensar, como se permite pensar, sobre los temas que la mayoría desea tratar, cualquiera que abandone esto incurre en mirar a los ojos al Tabú, y eso es punible.

Estudiar a la sociedad no es crimen, de hecho se paga a sociólogos, antropólogos, economistas, psicólogos, eclesiásticos, oficiales del ejército y la policía, médicos, abogados, etc, todos ellos estudian parcialmente la sociedad para desempeñarse en ella.

Pero recriminar que vivimos en una sociedad impregnada en mentiras, de hipocresía, de amor al individuo que solo es un amor a vender mercancías. La tranquilidad de estar conforme con estos discursos de los periodistas, los ideólogos, los historiadores, y demás gente generadora de sentido común, esta tranquilidad que trasmiten es una mercancía más.

Cuando discriminamos a un boliviano mal vestido sentimos algo de culpa, si es que todavía la culpa es un valor que maneje esta sociedad. “Luego vamos a casa” y el periodista sonriendo nos dice que desalojaron a una familia boliviana que ocupaba ilegalmente un edificio, que unos bolivianos en una villa vendían droga o cocinaban paco, y que los pibes chorros se distinguen por estar mal vestidos con sus llantas de cuatrocientos pesos y toda ropa deportiva holgada que seguramente es drogada, todos ellos son morochitos, con el pelo lacio, usan gorrita y la mayoría son hijos de bolivianos o de villeros o de “otros” inmigrantes ilegales.

Y la culpa se fue. Compramos tranquilidad, también está la tranquilidad en venta en los libros de auto ayuda, que nos expían de la culpa, los libros “orientalizados” que tratan del Zen, el Reiki, el Yoga, y otros.

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