15 dic 2012

Otra Historia de Opresión (relato)

Usted me conoce de hace ya varios años, y sabe que a veces exagero, otras veces omito informaciones, pero que de lo más dudoso hay verdad. ¿No es cierto?. Le hablo como amigo, así como aquel compañero de trabajo que llegó puntual a la pizzería ugis para reemplazar a su colega que se tomaba medio franco... 5pm marcaba el reloj, una sonrisa y movimientos seguros, una gaseosa de tres litros tomada del pico con sus tres dedos firmes de pizzero.

Usted me conoce, y aunque los detalles le parezcan vagancia intelectual, le recomiendo que me siga leyendo con atención. Este compañero, que ya le dije era lo más sincero que puede permitirle el hablar apurado pero con seguridad; la necesidad de pocas palabras, la incapacidad de adornarlas por el pobre ejercicio del habla, y el otro limitante que es que mario que le esperaba con la mirada atenta en la puerta de entrada estaba ya muy cansado por semanas de jornadas enteras en aquel local de minutas, este compañero risueño empieza su entrada desde la vereda de enfrente, con seriedad, con ausencia de movimiento en su pétreo rostro, vigila a los lados antes de cruzar la calle y sigue hasta la entrada del local. Ahí termina su ausencia de personalidad y hace su apertura  con gestos de amigo, cosas incomprensibles para el ajeno, situaciones  del pasado que se rememoran con guiños e interyecciones vocales, casi guturales, risitas y los dientes amarillos casi marchitos del trabajador... ahi se devela soltando algo que ya se habló, o algo que no debería de hablar pero se habla rápido, al pasar, que parece intrascendente pero está meticulosamente pensado para decirse cuando la clientela no está.

Seguros encerrados del otro lado del mostrador, al lado del horno, se estrechan sus manos que petreas como el anterior rostro del recién entrante se acarician lo más suavemente que la terquedad del cansancio les permite. Harinada una, humedecida por la transpiración la otra, hacía calor y la bebida transpiraba con un atractivo color verde claro, mario hace un gesto de aprobación mientras señala el refrigerador debajo el mostrador, su compañero la introduce donde yo solo puedo imaginar que habían cajas y cajas de masa procesadas listas para ser convertidas en "pizzas".

-te enteraste lo de...
-si, me habían contado...
-lo echaron a la mierda...
-enserio?, si me había enterado
-si, ya no está más en el local de ... lo pusieron a ... y al otro.
-pero fue por eso que me dijeron...?
-que te contaron a vos?
-lo que saben todos, que no... y, pero yo muy seguro no estoy, porque estoy encerrado aca hace 3 semanas y no hablo con nadie, solo con... que viene y se va y a veces con... pero hace rato que no lo veo a ese.-aquí termina el preámbulo de mario, dijo todo lo que sabe y ahora le sede el poder de decir la verdad a su compañero. 
-mirá, yo se lo que pasó, hacía 25 pizzas, un sábado hizo 25 pizzas, por eso fue.
-¿por eso fue que lo echaron? - casi afirmativo preguntó mario. - Claro, le echaba todos los clientes a....
Hizo un gesto su compañero, pero se estaba cambiando mientras hablaba, por momentos se colocaba detrás de mario y mario me miraba de reojo mientras hablaba con su boca dirigida a un sitio neutro alejado de las mesas y los clientes. Su gesto yo tampoco pude verlo bien, pero fue raro, una cosa entre la seriedad, el enojo y el terror.
-lo pusieron al otro... que era nuevito... era jovencito, recién empezaba el brasilero
-... - casi iba a decir algo pero su gesto delató que desconocía de quién hablaba -creo que se quién decis, pero yo ni idea, si vivo encerrado aca trabajando
El latiguillo de "si vivo encerrado aca" era en efecto adivinado por todos los que conocían en algo a mario, tenido en consideración por sus compañeros por su casi suicida cantidad de horas de trabajo, era también el pie donde el orgullo y el argumento a la piedad confluian: "yo no se, porque estuve encerrado en esta carcel... encerrado a voluntad, porque involuntariamente no me alcanza la plata para vivir".
-si, lo pusieron al brasilero de 19 años que recién empieza, y de 25 subió a 75- pausa, lo miró a mario quién asintió, continuó más  aireado- lo sacaron al brasilero, y pusieron a otro, el... y subió a 125 en una semana.
-claro, le echaba todos los clientes el...
-y entonces lo volvieron a poner al otro y no bajó. Claro yo ya decía "pero está bajando esto", y claro, no podía ser, era porque el otro vendía 25 pizzas, y los otros no.
-y ahi cuando se enteraron...
-lo echaron a la mierda, si, lo rajaron.

Un silencio en sus miradas era una evaluación, ¿acaso esta no era una historia de miedo? Pero ellos la tomaban como la normalidad, acostumbrados a los descenlaces no se preguntaron nada sobre el despedido, la única reacción importante fue la del patrón, seguramente como debe ser. 

-el... estaba enojadisimo no?
-seguro que si, tanto no se, pero apenas pudieron lo sacaron a la mierda al otro que vendía 25 los sábados, y ahora el negocio anda bárbaro.

El negocio... el negocio ¿A quién cuerno le interesaba el negocio? pero estaba apropiado en sus médulas espinales: el negocio era inclusive más importante que sus ganas de descansar, no trabajar, o hasta tomar lo que es justo.






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